Monday, April 23, 2012

La Ruta del Spondylus

El Spondylus en un bivalvo bellísimo, rojito, con cuernitos. Dicen que se intercambiaba mucho en la época de los Incas, y por eso a esta ruta de la costa del Ecuador, por donde pasaba el molusco, le pusieron así.
Yo nunca he visto uno, pero lindos se ven:
(Foto cortesía de http://spondylus.ch/)

En mis 4-5 días entre salir de Salinas y venirme aquí a Quito recorrí gran parte de esta hermosa ruta en un maratónico viaje que me llevó hasta una playa 4 horas al sur de Colombia (y qué ganas de seguir subiendo).
Si tuviera que dibujar lo que vi me saldría un cuadro como el que aparecía en una de las primeras escenas de "Top Secret", las líneas que se veían del paisaje que pasaba raudo por la ventana.
Fueron entre 4 y 8 horas de bus cada día, pero valió la pena.

Primero "Los Frailes", como se llama la reserva con la playa que se describe como la más paradisíaca de la isla. Y la verdad que yo ahí me quedaría semanas.




La mayoría de la gente se queda en Montañitas o Puerto López. Yo quería estar muy cerca de la playa así que me quedé en el pequeñísimo pueblo de pescadores de al lado. Una delicia de tranquilidad. En la mañana podía trotar hasta la playa y estar ahí en la arena negra divagando sobre la filosofía del cangrejo, y luego a almorzar o comer con la familia de la casa de al lado.



Mis fotos están medio efectistas. Todas de ipod ya que mi càmara fue "desaparecida". Pasa que sufro del mal (o bien) de las guaguas que después de un rato en vehículo en movimiento me duermo a pierna suelta. Y cuando la càmara està en bolsillo de afuera... en fin...

Día siguiente: Bahía de Caráquez, donde está uno de los orgullos de obras públicas del presidente Correa, el gran puente que cruza a San Vicente.


Yo cruce en panga (bote), haciendo escala de varias horas en la "Isla Corazón". Hermosa isla con forma del músculo susodicho. selva de manglares, hogar de miles de fragatas gritonas meneando su gran membrana roja mientras los cangrejotes claquetean en las raíces y los pescadores de camarón lanzan y recogen sus redes largas como bailarinas. Toda una ópera la situación de donde salen cangrejos en bicicleta que viajan por todo el ecuador.











Luego pensaba irme yo a Muisne, otra playa hermosa, como toda esta costa. Pero entre conversando con gente en los buses y yo qué sé, me bajó con llegar a Esmeralda, ciudad grande bastante más al norte. Largo día de viaje aquel parando en extraños pueblos palafíticos como Chamanga, para llegar de noche a este mundo afro-ecuatoriano de negras de culos grandes que venden encocados de cangrejo. Y aquí el acento ya es completamente tropical.
Nunca olvidaré a la mujer que iba en el asiento de al lado gritándole a un pequeño niño: "Hay poder!, Hay poder en el niño!".




Finalmente escapé de Esmeralda por ser muy ciudad y aún más al norte me fui a la tranquilísima playa de "Las Peñas". Básicamente una calle llea e coloridos restaurantes vacíos pero activos y una playa que muy limpia no estaba (dicen que es el aguaje, el río crece en Colombia, la basura llega a Las Peñas).
Hermoso lugar donde conocí a mucha gente linda de Quito.









Camarón y coco hasta por las orejas, pero nada malo puede salir de esa mezcla : )

Hermosos atardeceres, mucha tranqquilidad para seguir explorando el mundo del mandala. Y ya voy cerrando las puertas de la etapa Latinoamericana del viaje que tan hermosa ha sido!

Tuesday, April 17, 2012

Descansando en Salinas a lo Duarte-Rojas

Cambio radical.

De la selva a la costa, de dormir sobre barriles vacíos de petróleo a dormir en un hermoso camarote en un dormitorio para mí solita, de los mercados callejeros de Perú al shopping mall en Ecuador.
Cambia todo cambia...

Pasé rauda por Lima un par de días. Hermosa ciudad que apenas conocí, sólo los barrios "bien" como Miraflores y Barranco.
El mar, hermoso viejo amigo que tantísimo extrañaba. Sumergirse en playas llenas de piedras sedientas y surfistas.
Tocatas gratis de jazz, sesiones improvisadas de impro-esía, galerías, exposiciones fotográficas al aire libre. Otra cosa es con guitarra, en una gran ciudad. Y uno que es animal citadino se siente a sus anchas pedaleando donde no hay ninguna sola ciclovía.
Me gustó, pero yo qué sé, no es mucho 2 días. Me declaro ignorante.

Otro raudo paso por la frontera Tumbes/Aguas Verdes. La única mala experiencia del viaje, donde andaba yo volando bajo y un taxista digno de Salomé me engatuzó con todos sus velos de migración, pasajes de bus, peligrosidades varias. Hasta que me encontré derramando lágrimas rabiosas mientras cruzaba caminando la frontera con $30 dólares menos en el bolsillo.
Se dice que la saqué barata. Harto turbia la frontera esa....

Y una otra noche express en Guayaquil, ciudad en la que nada conocí encaminándome rápidamente aquí a Salinas donde me esperaba el cálido hogar de los Duarte-Rojas.

Rodrigo, mi multifacético-enciclopédico profesor de 3D en la U y su familia, las dos Marrell. Una más grande, sabia, alegre, siempre sonriente. Otra más pequeña, de corazón de oro.
No olvidar las/los gatitos/as: Sarihuella, Suricata y el reciéen llegado setentaycuatro (también conocido como Wolframio).






Ya llevo casi 5 días en este paraíso de tranquilidad, piscinita, lectura, harto Internete y deliciosa comida, que acá son todos eximios cocineros/as. He aprendido montones: La mermelada express, el pan del domingo, los mandalas de hilo de Luciano e Ingrid.
Henos en Salinas, donde se traspira el día entero de calor y las palmeras se menean en la costa. No he conocido mucho, algo del centro y el Malecón. También tuve una experiencia en el mall, con hamburguesas y película incluída!






Parto mañana con uno cuantos kilos de más que no van precisamente en la mochila, acumulación de literatura digital y el corazón alegre de lo bien que me han recibido y lo buenísimo que ha sido pasar mañanas y tardes junto a Rodrigo y Marrel mientras exclaman "han llegado las Quimeras" frente a sus tarros (y quien entienda eso tiene que haberlo exclamado alguna vez también).
Muchas gracias por todo queridos!


Sunday, April 8, 2012

De Machu Pichu a la selva por el Urubamba

Soy un poco anti-turística.
Y el virus se me puso fuerte en Cuzco donde todo es en inglés y te cobran dólares y Machu Pichu aquí y allá.
Como siempre quería ir a la selva, mirando el mapa me pareció que había ríos que llegaban de la zona de Cuzco a Iquitos en el norte, así que me puse a investigar junto con Dani que alegremente s eunió a esta aventura.
En todos los sitios oficiales turísticos nos decían que no era posible. Que no había paso, que mejor tomar un tour hacia otra zona, etc, etc. Pero hablando con algunos locales nos dimos cuenta que sí que era posible, sólo que no muy recorrido.
Había que llegar a pueblos desconocidos como Ivochote, que ni aparecen en el venerable Google Maps!
Pero ya con orgullo, luego de casi 10 días de navegación por el Urubamba, el Ucayali y algunos otros pequeñines, escribo desde Pucallpa, capital de Ucayali que sí que conecta por tierra con Lima y en grandes lanchas a Iquitos!

Empezamos en una viaje express a Machu Pichu. Una noche y alrededor de 7 horas de caminata.
Y mucho no diré sobre el "alto arrecife de la aurora humana". Fue difícil extraerse de todo el turismo capitalista que lo rodea. Las tropas de gringos montades en buses todos iguales a la misma hora en el mismo lugar. No por meterlos a todos en la misma casilla, que aquí somos todos hormiguitas sobre piedras ajenas. Pero a veces marea.





La ciudad hermosa sobre la cima neblinosa de los cerros. Constantemente partirse en dos con las plantas enraizando en esas piedras puzzléicas y perspectivosas (un mazertijo!), mientras las alas de la mirada se pierden entre las cumbres siempre cambiantes que dan a luz al torrentoso Urubamba en las profundidades.

El mismo día que despertamos a las 4 para subir a MP, bajamos, caminamos de vuelta a la Hidroeléctrica, luego bus a Quillabamba (la ciudad del eterno verano, bañada en frutas, donde la gente ya no tiene rasgos incas y visten acentos tropicaloides!) y luego bus nocturno de 9 horas a Ivochote.
Lllegamos al pueblo fantasma tipo 6 am en un estado deplorable, luego que el conductor decidiera que la mejor manera de manejar por las angostas curvas del camino era que todos escucháramos el huayno de Sonia Morales a todo volumen!
Un poquito pesadillesco...

Descansamos una noche en Ivochote, que sí que existe y salen botes todos los días rumbo a Sepahua!


Así que a la mañana siguiente nos subimos en uno de estos estilosos larguiruchos de 20-30 metros, bien armaditos con unos 5 largos pedazos de madera y manejados con destreza por los Picassos del Urubamba.
Yo la verdad algo asustada ese primer día. Especialmente porque nos repetían que había unos rápidos (el Pongo) en el camino y porque todo me parecía muy desconocido. De la cara para afuera sonriendo, por dentro recordando a los seres queridos.


Y nada... los rápidos eran respetables, pero duraban como 3 microsegundos y, como digo, los conductores trazan sus motorazos con pericia.

Nuestra meta final era Pucallpa. Así que la idea era avanzar lo más posible todo el tiempo.
Uno podría tomarse un bote que navegue el día entero hasta Sepahua, pero en realidad todo depende de las responsabilidades del conductor, de la carga, de los pasajeros, del clima. Relatividad hídrica en acción.

Así que el primer día sólo llegamos hasta Timpía. Y qué bueno fue conocer esa hermosa comunidad.

Bajando por estos ríos está lleno de "comunidades indígenas". Machiguenga (los de Timpía y alrededores), Yines (los que hacen hermosos bordados que asemejan microchips), Shipibos y tantísimos otros! Cada uno con su lenguaje. Dicen que hay alrededor de 75 lenguas en la selva peruana.
Las comunidades igual están bastante occidentalizadas. Visten como nosotros. En realidad bastante mejor que yo que llevo ya siglos con la misma ropa. Principalmente hablan español. Varias tienen al menos un computador con internet. Y todas, TODAS, tienen Direct TV y escuchan a los endemoniados wachiturros hasta que se apaga el generador a las 10 u 11 de la noche.

Nos trataron tan bien en ese hermoso lugar.
Nos jugamos un partido de volley con las otras pasajeras mientras el chofer decidía si seguía o no, y luego en el pueblo nos dieron alojamiento y comida gratis... delicioso pescado ahumado.
Harto más podría escribir sobre esa hermosa comunidad que a primera vista era como un paraíso de cooperación, trabajo en conjunto, papayas, plátanos y naranjas.
El altoparlante por la mañana motivando a la gente a juntarse a trabajar para desmalezar los caminos. El torneo de fútbol femenino. Las luciérnagas radioactivas!

Y luego seguimos navegando. Otro bote que por casualidad iba bajando, no hasta Sepahua sino cerquita. Miaría. Otra comunidad.
Los botes aquí paran en cualquier terruño barroso y como recién creadas por el verde aparecen personas y más plátanos (profusión inagotable) que se van montando y desmontando. Todos equilibristas acérrimos de bordes. Incluso madres con guaguas ultra pequeñas caminando por la viga y saltando a tierra sin ningún resquemor. Y uno que con sus patitas blancas se aferra a toda raíz imaginaria...



Miaría otra cosa. Más grande. Más Yine.
Ya nos comenzábamos a acostumbrar a que todos dieran vuelta el cuello para mirarnos. Especialmente los niños. Incluso un par nos tenían mucho miedo. Hasta las lágrimas.
Y es que por aquí no pasan muchos turistas. Más que nada excursionistas ayahuasqueros y uno que otro tour. Además creo que Dani atrae mucho la atención con sus largos aretes. Porque lo que es yo, soy de lo más normal...
Un par de experiencias surrealistas en Miaría, como que un grupo musical tradicional dentro de una asamblea decidiera que nos teníamos que sentar en el escenario a mirarlos. O que la chica del "comedor" nos viniera a atender en toalla durante su ducha.

Día siguiente otro bote laaargo, para alcanzar la primera meta nombrable: Sepahua, ya en el límite de la provincia de Cuzco y entrando a la de Ucayali.
Hermoso pueblito lleno de delicias culinarias selváticas. Y podría escribir mucho más sobre ellas!
Juanes (arroz con pollo y aceituna envuelto en hoja de plátano), Patarashka (delicioso pescado de río envuelto en hoja de plátano), Tacachos (lo mejor! plátano verde a la parrilla que luego se pela y muele en un mortero) y tantas otras delicias...

Acelero el paso que si no escribo para siempre:
Sepahua- Atalaya (donde comienza el río Ucayali) - Bolognesi - Nueva Italia - Galilea y al final Pucallpa.
Creo que todo tomó 9 días, de los cuales navegamos al menos 8.
Ahora mientras escribo aún se me mueve el piso.

Los botes se van haciendo cada vez más grandes. El alojamiento tiende a ser muy económico o gratis. La comida rica y barata y siempre hay mucha fruta por doquier!

El último bote, qué más bien era una lancha, duró 3 días.
Yo ya reía apenas subí de la mezcla de cargamento. Un racimo de plátanos, una bicicleta, par de gallinas.


No me imaginaba que terminaríamos hacinados haciendo equilibrio y durmiendo sobre los bidones vacíos de gasolina en el techo, mientras los chanchos chirriaban en la bodega entre las toneladas de plátanos, sobre el par de tortugas que se tapan los oídos cuando cantan los gallos de amanecida que se intentan comer los sacos con toneladas de maìz que cobijan lagartos para hacer chicharrones, que subieron caminando sobre listones de madera que ahora se acumulan bajo las hileras de hamacas que cargan a tanta gente con tantas historias.



Estuvo genial, aunque agotador.
Nos trataron como reyes. Pese a que no llevábamos plato (no sabíamos que daban comida) ni hamaca, nunca nos faltó donde comer y dormir.

La gente de la selva es linda linda, en todas sus capas.
Ya no de rasgos quechuas sino incluso se podría decir medio orientales. Alargando las vocales con su clásico "Ya pé" (en vez de "ya pues") y un sonsonete de lo más tropicálico.
También algunos pueblos tienen rasgos y vestimentas súper característicos, como las mujeres Shipibas con su chasquillita cortada al ras, sus ojitos claros y profundos y sus blusas coloreadas.
Son todos risueños y conversadores, pese a que la vida no es nada fácil en la zona. La mayoría de la gente deja la escuela para empezar a trabajar alrededor de los 14 años pues tienen que empezar a aportar en el hogar y luego así sigue la cosa. La educación es bien escaso y añorado y, al igual que en Chile, lejos está de ser gratis, de hecho cada vez más privatizada.

Me voy por las ramas. Y es que en la selva están por doquier.
Siempre me imaginé que internarsé aquí sería sumergirse en el mundo de la flora y fauna. Pero pese a que racimos de fragantes mariposas nos sorprenden en todo rincón y las flores y las frutas van abriendo cortinajes de sabores (como el humarí, que tiene sabor a grasa!). El viaje ha sido más de conocer al ser humano de esta zona, de largas conversas y risas en los botes que zigzaguean río abajo recogiendo todo tipo de ente dispuesto.

Bueno y ya acabo.
Dejo aquí un humilde mapita pegoteado con paint (mis profesores universitarios estarían orgullosos...) que probablemente tiene mil y un errores, pero igual puede ser una buena base para quien quiera partir por esos lares.
Si algún día me cruzo con mejor cámara lo actualizaré... Lo logré (gracias Duarte!)


Y si le dicen que no es posible y que Ivochote no existe, no les crea!
Y si les cuentan la historia de "los polacos" que fueron asesinados en una comunidad en noche de juerga donde corría el masato (chicha de yuca), pues no se lo tome a pecho...

Lo único con que hay que tener ojo es que en época lluviosa (enero-marzo) la llegada a Ivochote y pasada en río por el Pongo son rudas y a veces imposibles...

Turismo vivencial en el Parque de la Papa

Mi última noche en Pisac la pasé participando en el "turismo vivencial" del Parque de la Papá.
Se dice que este lugar es la cuna de la papa y donde existe la mayor variedad.
Este parque se creó para rescatar esa variedad trabajando con las comunidades.

Partimos, junto a Max, Claire y Fran, que trabajan acá en Cusco en otra ONG, rumbo a Paru Paru, una de las varias comunidades que habitan en las montañas arriba de Pisac. Ascendimos como a 4000 metros para ser recibidos por los hombres de las familias que nos alojarían a la noche.
Todos vestían sus trajes tradicionales, que es en realidad lo que visten en el día a día. Todo coloridos bordados y tejidos de lana con mostacillas, hermosos. Entre quechua y español nos contaron un poco de su trabajo dentro del parque y lo que haríamos en el día y partimos a una caminata alrededor del hermoso lago Quimsacocha.



Tomamos energías con un pequeño refrigerio de papas, queso fresco y pasta de ají. Delicioso comerse así la papa con cuidado y cariño. Y esa pasta de ají, ni hablar. La hacen con una hierba llamada huacatay y también con maní. Una delicia.



Durante la caminata junto a Juan de Dios aprendimos bastante sobre el estilo de vida de las comunidades, y la flora y fauna del lugar. También, extrañamente, sobre los asesinatos y suicidios ocurridos en los lagos, no muchos, casi siempre relacionados con penas de amor o venganza...
Conocimos al papá de la papa. Una papa que no se come ya que es medio amarga y además bastante difícil de cosechar ya que crece muchos metros bajo tierra. Y aprendimos algo de quechua que es lo que hablan las comunidades del valle sagrado. De hecho hay muchísima gente que ni siquiera habla español.

Almorzamos frente al lago como hace la gente de la zona cuando salen a pastorear sus llamas. Obviamente el almuerzo contenía papa, como todo.

Pero como ya tantas culturas saben, la papa se puede servir en casi infinitos formatos.
Acá se ocupa mucho el chuño, que es una forma de conservar la papa. En las noches de invierno, cuando hay helada, la papa se deja para que se congele y durante el día se estruja para sacarle el agua y luego se seca al sol. Este proceso se repite durante una semana y así se obtiene el chuño, una especie de papa deshidratada que puede durar hasta 10 años.

Luego de la caminata que al caer el sol se fue poniendo más y más helada, partimos a las casas de nuestras respectivas familias. Yo me quedé con Sebastián y Juana y sus 4 hijos. En algún momento Juana me llevó a mi pieza y me puso uno de sus trajes, así que me pasé el resto de la tarde viendo el mundo detrás del vuelito amarillo de la montera.
Y la verdad me hubiera quedado esa falda hermosa llena de detalles y colores y tan abrigadita.



Estuvo lindo compartir con la familia en la cocina hogareña con el fuego siempre humeante. Sebastián y Juana hacían magia para alimentarnos a los 7 con sólo dos quemadores.
También era un poco incómodo porque a mí me ponían puesto en la mesa pero ellos todos se sentaban en el suelo cerca del fuego. Y de a poco me fui moviendo hacia allá...
Las casas en la comunidad son bastante humildes. No hay agua ni cañerías. Hay que traer baldes del río cercano para la cocina y lavarse y el baño es una letrina con un agujero.
Pero no falta comida, ni calor ni cariño. El resto es en realidad un accesorio que tomamos por sentado.

Pese a que para mí y para la familia la situación era completamente extraña, me gusta el intercambio de energías que se produce en esto del "turismo vivencial". En esta comunidad no les tocan turistas muy seguido (la familia qu me alojó había recibido al último hace más de un año) y quizás por eso la experiencia no es muy fluída. Pero para mí fue un regalo aprender más sobre la forma de vida y tradiciones de esta familia y quizás para ellos también fue así aprender sobre las mías.



Para terminar este par de días de compartir con las comunidades de Pisac, a la tarde siguiente me junté con Dani nuevamente y fuimos al "Festival Gastronómico de Masca".
Había feria dominguera literalmente llena de colores.

Cada una de las comunidades llevaba ahí su plato típico acompañado de chichas de maíz que burbujeaban de fermentación. Había competencias de pelado de papa y discursos en quechua que no entendí en lo más mínimo. Y como no, Cuys asados...



Pero no todo es compartir y disfrutar en la zona. Hay que portarse bien, o uno puede ser masacrado y lanzado al río...