Soy un poco anti-turística.
Y el virus se me puso fuerte en Cuzco donde todo es en inglés y te cobran dólares y Machu Pichu aquí y allá.Como siempre quería ir a la selva, mirando el mapa me pareció que había ríos que llegaban de la zona de Cuzco a Iquitos en el norte, así que me puse a investigar junto con Dani que alegremente s eunió a esta aventura.
En todos los sitios oficiales turísticos nos decían que no era posible. Que no había paso, que mejor tomar un tour hacia otra zona, etc, etc. Pero hablando con algunos locales nos dimos cuenta que sí que era posible, sólo que no muy recorrido.
Había que llegar a pueblos desconocidos como Ivochote, que ni aparecen en el venerable Google Maps!
Pero ya con orgullo, luego de casi 10 días de navegación por el Urubamba, el Ucayali y algunos otros pequeñines, escribo desde Pucallpa, capital de Ucayali que sí que conecta por tierra con Lima y en grandes lanchas a Iquitos!
Empezamos en una viaje express a Machu Pichu. Una noche y alrededor de 7 horas de caminata.
Y mucho no diré sobre el "alto arrecife de la aurora humana". Fue difícil extraerse de todo el turismo capitalista que lo rodea. Las tropas de gringos montades en buses todos iguales a la misma hora en el mismo lugar. No por meterlos a todos en la misma casilla, que aquí somos todos hormiguitas sobre piedras ajenas. Pero a veces marea.
La ciudad hermosa sobre la cima neblinosa de los cerros. Constantemente partirse en dos con las plantas enraizando en esas piedras puzzléicas y perspectivosas (un mazertijo!), mientras las alas de la mirada se pierden entre las cumbres siempre cambiantes que dan a luz al torrentoso Urubamba en las profundidades.
El mismo día que despertamos a las 4 para subir a MP, bajamos, caminamos de vuelta a la Hidroeléctrica, luego bus a Quillabamba (la ciudad del eterno verano, bañada en frutas, donde la gente ya no tiene rasgos incas y visten acentos tropicaloides!) y luego bus nocturno de 9 horas a Ivochote.
Lllegamos al pueblo fantasma tipo 6 am en un estado deplorable, luego que el conductor decidiera que la mejor manera de manejar por las angostas curvas del camino era que todos escucháramos el huayno de Sonia Morales a todo volumen!
Un poquito pesadillesco...
Descansamos una noche en Ivochote, que sí que existe y salen botes todos los días rumbo a Sepahua!
Así que a la mañana siguiente nos subimos en uno de estos estilosos larguiruchos de 20-30 metros, bien armaditos con unos 5 largos pedazos de madera y manejados con destreza por los Picassos del Urubamba.
Yo la verdad algo asustada ese primer día. Especialmente porque nos repetían que había unos rápidos (el Pongo) en el camino y porque todo me parecía muy desconocido. De la cara para afuera sonriendo, por dentro recordando a los seres queridos.
Y nada... los rápidos eran respetables, pero duraban como 3 microsegundos y, como digo, los conductores trazan sus motorazos con pericia.
Nuestra meta final era Pucallpa. Así que la idea era avanzar lo más posible todo el tiempo.
Uno podría tomarse un bote que navegue el día entero hasta Sepahua, pero en realidad todo depende de las responsabilidades del conductor, de la carga, de los pasajeros, del clima. Relatividad hídrica en acción.
Así que el primer día sólo llegamos hasta Timpía. Y qué bueno fue conocer esa hermosa comunidad.
Bajando por estos ríos está lleno de "comunidades indígenas". Machiguenga (los de Timpía y alrededores), Yines (los que hacen hermosos bordados que asemejan microchips), Shipibos y tantísimos otros! Cada uno con su lenguaje. Dicen que hay alrededor de 75 lenguas en la selva peruana.
Las comunidades igual están bastante occidentalizadas. Visten como nosotros. En realidad bastante mejor que yo que llevo ya siglos con la misma ropa. Principalmente hablan español. Varias tienen al menos un computador con internet. Y todas, TODAS, tienen Direct TV y escuchan a los endemoniados wachiturros hasta que se apaga el generador a las 10 u 11 de la noche.
Nos trataron tan bien en ese hermoso lugar.
Nos jugamos un partido de volley con las otras pasajeras mientras el chofer decidía si seguía o no, y luego en el pueblo nos dieron alojamiento y comida gratis... delicioso pescado ahumado.
Harto más podría escribir sobre esa hermosa comunidad que a primera vista era como un paraíso de cooperación, trabajo en conjunto, papayas, plátanos y naranjas.
El altoparlante por la mañana motivando a la gente a juntarse a trabajar para desmalezar los caminos. El torneo de fútbol femenino. Las luciérnagas radioactivas!
Y luego seguimos navegando. Otro bote que por casualidad iba bajando, no hasta Sepahua sino cerquita. Miaría. Otra comunidad.
Los botes aquí paran en cualquier terruño barroso y como recién creadas por el verde aparecen personas y más plátanos (profusión inagotable) que se van montando y desmontando. Todos equilibristas acérrimos de bordes. Incluso madres con guaguas ultra pequeñas caminando por la viga y saltando a tierra sin ningún resquemor. Y uno que con sus patitas blancas se aferra a toda raíz imaginaria...
Miaría otra cosa. Más grande. Más Yine.
Ya nos comenzábamos a acostumbrar a que todos dieran vuelta el cuello para mirarnos. Especialmente los niños. Incluso un par nos tenían mucho miedo. Hasta las lágrimas.
Y es que por aquí no pasan muchos turistas. Más que nada excursionistas ayahuasqueros y uno que otro tour. Además creo que Dani atrae mucho la atención con sus largos aretes. Porque lo que es yo, soy de lo más normal...
Un par de experiencias surrealistas en Miaría, como que un grupo musical tradicional dentro de una asamblea decidiera que nos teníamos que sentar en el escenario a mirarlos. O que la chica del "comedor" nos viniera a atender en toalla durante su ducha.
Día siguiente otro bote laaargo, para alcanzar la primera meta nombrable: Sepahua, ya en el límite de la provincia de Cuzco y entrando a la de Ucayali.
Hermoso pueblito lleno de delicias culinarias selváticas. Y podría escribir mucho más sobre ellas!
Juanes (arroz con pollo y aceituna envuelto en hoja de plátano), Patarashka (delicioso pescado de río envuelto en hoja de plátano), Tacachos (lo mejor! plátano verde a la parrilla que luego se pela y muele en un mortero) y tantas otras delicias...
Acelero el paso que si no escribo para siempre:
Sepahua- Atalaya (donde comienza el río Ucayali) - Bolognesi - Nueva Italia - Galilea y al final Pucallpa.
Creo que todo tomó 9 días, de los cuales navegamos al menos 8.
Ahora mientras escribo aún se me mueve el piso.
Los botes se van haciendo cada vez más grandes. El alojamiento tiende a ser muy económico o gratis. La comida rica y barata y siempre hay mucha fruta por doquier!
El último bote, qué más bien era una lancha, duró 3 días.
Yo ya reía apenas subí de la mezcla de cargamento. Un racimo de plátanos, una bicicleta, par de gallinas.
No me imaginaba que terminaríamos hacinados haciendo equilibrio y durmiendo sobre los bidones vacíos de gasolina en el techo, mientras los chanchos chirriaban en la bodega entre las toneladas de plátanos, sobre el par de tortugas que se tapan los oídos cuando cantan los gallos de amanecida que se intentan comer los sacos con toneladas de maìz que cobijan lagartos para hacer chicharrones, que subieron caminando sobre listones de madera que ahora se acumulan bajo las hileras de hamacas que cargan a tanta gente con tantas historias.
Estuvo genial, aunque agotador.
Nos trataron como reyes. Pese a que no llevábamos plato (no sabíamos que daban comida) ni hamaca, nunca nos faltó donde comer y dormir.
La gente de la selva es linda linda, en todas sus capas.
Ya no de rasgos quechuas sino incluso se podría decir medio orientales. Alargando las vocales con su clásico "Ya pé" (en vez de "ya pues") y un sonsonete de lo más tropicálico.
También algunos pueblos tienen rasgos y vestimentas súper característicos, como las mujeres Shipibas con su chasquillita cortada al ras, sus ojitos claros y profundos y sus blusas coloreadas.
Son todos risueños y conversadores, pese a que la vida no es nada fácil en la zona. La mayoría de la gente deja la escuela para empezar a trabajar alrededor de los 14 años pues tienen que empezar a aportar en el hogar y luego así sigue la cosa. La educación es bien escaso y añorado y, al igual que en Chile, lejos está de ser gratis, de hecho cada vez más privatizada.
Me voy por las ramas. Y es que en la selva están por doquier.
Siempre me imaginé que internarsé aquí sería sumergirse en el mundo de la flora y fauna. Pero pese a que racimos de fragantes mariposas nos sorprenden en todo rincón y las flores y las frutas van abriendo cortinajes de sabores (como el humarí, que tiene sabor a grasa!). El viaje ha sido más de conocer al ser humano de esta zona, de largas conversas y risas en los botes que zigzaguean río abajo recogiendo todo tipo de ente dispuesto.
Bueno y ya acabo.
Dejo aquí un humilde mapita pegoteado con paint (mis profesores universitarios estarían orgullosos...) que probablemente tiene mil y un errores, pero igual puede ser una buena base para quien quiera partir por esos lares.
Si algún día me cruzo con mejor cámara lo actualizaré... Lo logré (gracias Duarte!)
Y si le dicen que no es posible y que Ivochote no existe, no les crea!
Y si les cuentan la historia de "los polacos" que fueron asesinados en una comunidad en noche de juerga donde corría el masato (chicha de yuca), pues no se lo tome a pecho...
Lo único con que hay que tener ojo es que en época lluviosa (enero-marzo) la llegada a Ivochote y pasada en río por el Pongo son rudas y a veces imposibles...
ReplyDeleteMillions of tourists from all over the world see Spain as their
perfect holiday destination every year. They visit Spain attracted by the
amazing landscapes of the countryside which sometimes seem surreal, the colorful
festivals and the amazing past, culture and traditions of the Spaniards. For many,
this is the luxurious holiday of their dreams. And let me tell you, they are definitely not wrong!
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