París se me pasó volando.
Entre la pequeña mesita alrededor de la cual todo giraba en la casa de Flori y el olor a oncecita que te persigue mientras caminas por las calles de esta ciudad-museo.
Y fue una visita a Flora más que a París. El primer día, lluvioso y blanco, nos pasamos todo el tiempo frente a la mesa. Desayunando, decorando nuestras uñas, siestando, almorzando, comiendo queso y pan y vino (alimento que se ha convertido en todo el alimento a estas alturas del partido!).
De a poco fui saliendo a la ciudad. Caminando mucho, eligiendo callecitas pequeñas llenas de graffitti o de adoquines.
Por todos lados cafecitos y boulangeries atestadas de tentadoras delicias.
Almorzar junto al Senna, viendo los grandes botes de turistas creando sinfonías de flash tras las cámaras.
Mirara cuánto peso llevaban sobre su espalda los hombres de Notre Dame, el mundo entero.
Todo estéticamente impecable en París. No una impecabilidad fría, ni cristalizada, ni impermeable. Sino una de la belleza que lo es por su consistencia de acogerlo todo con gracia. Aceptar tanto a un fauno delicado entre las flores como a un negro albino enfurecido en el metro.
El destino quizo que esta visita fuera también una apertura al mundo de la moda. Conocí a las geniales amigas de Flora: Dani (la talentosa diseñadora de Roberta (http://www.facebook.com/RobertaShowroom)), Feña, Paula. Todas de alguna manera relacionadas y muy interesadas en la estética, especialmente la que se expresa a través de la ropa y el maquillaje. Y qué mejor ciudad que París para eso.
Una buena tarde pasamos entre cafecitos lluviosos y tienditas del Marais.
El sol salió un poquito, y lo aprovechamos picniqueando en el Jardin des Plantes donde queda el museo donde trabaja de taxidérmica la Flora. La infaltable baguette, los quesitos, el kitsch, el croissant de almendras... qué más se puede decir...
Con Dani recorrimos el museo de anatomía comparada alnzando adivinanzas entre los huesos e intestinos de animales detallados en francés. Elefantes papiches, manos de ballena, fetos sonrientes.
Y quizás aparezca una nueva colección en Chile inspirada en los largos dedos voladores de un murciélago. Quién sabe...
Y también aquí en París, ya muy lejos del desierto Tucsoniano, siguen floreciendo los cactus.
Día largo de musesos. Eterno en realidad. Pues comenzó con salida a correr a las 7 am en el parque zigzagueante espiralado y terminó con inauguración nocturna en el Palais de Tokyo.
No llevé la cámara, y fue la única visión de la Torre Eiffel con la que me pillé. Hermosa, como despegando del Palais en su fulgor nocturno de diamantes.
Todo es lindo en esa ciudad.
Explosión de arte contemporáneo, desde salas de vestimentas voladoras a videos de extremidades desperdigadas que se encuentran las una a las otras.
Interminable sucesión de estímulos.
Dormir tan bien en mi cuartito de Belleville con la ventana que da al jardín cantado de pájaros y niños en recreo. Gracias Flori!
Paseo por los jardines de Luxemburgo. Paseos a H&M. Paseos a mirar serpientes y peces en las animalerías.
Paseo al Museo de Historia Natural, al increíble taller de embalsamado/taxidermia y vaya a saber uno que más. Ahí donde la muerte se revitaliza entre sesiones de peluquería y acupuntura. Donde Flora talla plumas de colibríes y abraza suaves cisnes.
Hasta algo de baile nos tocó...
Ahora ya al otro lado de la montaña, disfrutando de una Suiza playera explosiva de atardeceres.
Pronto más sobre aquéllo.
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