Y la etapa latinoamericana ya ha finalizado.
A todo trapo lo hizo, con alojamiento en hotel de cama blandita, blanca y mullida en Quito y viaje flash a las islas Galápagos.
Todo esto gracias a mi madre Fanny, que por encontrarse con su hija llegó a la mitad del mundo y logró sobrevivir en lugares que no siempre tenían Wifi! (gracias Fanny!).
Quito (que significa "tierra en la mitad del mundo") es una ciudad sorpresivamente acogedora, limpia, funcional. Con poco más de 2 millones de habitantes, es relativamente segura y tranquila. Bien temprano se puede ver a gran cantidad de ellos expandiéndose en todas direcciones por los grandes parques que le dan espacios de respiración a la ciudad. Verde por doquier, en esas áreas grandes, y en los amables cerros que rodean la ciudad.
Guayasamín pintaba el paisaje de todos colores dependiendo de su estado de ánimo.
Y de Guayasamín y su "capilla del hombre" diría mucho más. Pero sólo digo que el mural/puzzle de "los mutilados" es una espiralante genialidad.
Bien turística estuvo nuestra visita, así que por primera vez en el viaje aprendí cosas históricas! Como que el centro histórico de Quito fue la segunda ciudad declarada patrimonio de la humanidad del mundo. Y por suerte, así aún podemos ver sus gárgolas que en vez de asomarse europeas por las cornizas, son tortugas, iguanas, monos con mohicanos de pastos flotantes que crecen en cada incón.
También nos tocó ver un cambio de guardia en la casa de gobierno, con caballos bien decorados, orquesta militar, uniforme reluciente y presencia del más que nada querido presidente Correa. Caso interesante de presidente que cierra universidades con mira a mejorar la educación, entrega empresas a los trabajadores y construye vías y puentes en gran parte del país.
La ciudad la cuida la virgen alada en "el panecillo". Maravillosa imagen de mujer con alas que lleva encadenada y pisotea una culebra. Cita al apocalipsis y tantas otras cosas.
No podíamos dejar de visitar "mitad del mundo", donde continuamos siendo alimentadas de datos freak como que el país se llama Ecuador ya que en él se encuentra la línea ecuatorial y no vice versa. Que uno pesa un kilo menos en esos barrios porque hay menos gravedad. Que es mentira lo del efecto coriolis y que en un hemisferio se hacen remolinos en el water para un lado y en otro para el otro (sólo ocurre con grandes masas). Que en la línea (que tiene un ancho de aprox 43 kms), no hay remolinos para nigún lado por lo que los tornados no atacan Ecuador y se puede equilibrar un huevo sobre un clavo.
De las mejores cosas que pasaron en esos días fue conocer a Angie, un ángel de mujer maravillosa llena de sonrisas y buena onda que nos acompañó en diversas aventuras. Como el "tur" del terror a Otavalo donde el conductor acelerado adelantaba entre camiones bajo la lluvia.
Y conocer a Lucho y Lucía, con los que salimos a tomar un canelazo, aprendimos de las "empanadas de viento" y me abrieron la puerta de su hogar en la última noche en Ecua.
Pero en fin, Quito es Quito, verde, limpio, pero ciudad después de todo.
Conocer las islas Galápagos, otra hermosa cosa.
Comenzó nuestro primer día conociendo a las tortugas gigantes. Hermosas sabidurías de caminar lento y pesado, piel de árbol curtido, respiración profunda y primigenia. Me enamoré, de muchos tortugos gigantes.
Y allá todo se agiganta y se acerca y no se escapa. Las cactacias mutantes parecen fuera de lugar en ese clima traspiroso y tropical. Pero ahí están, cambiando piel como las iguanas, asentándose en crisálidas de árbol que sólo en la punta vuelven a tener sus características espinas.
Los animales en las islas prácticamente no le temen al hombre.
Algo así como 85% de endemismo! Puros seres únicos (como todos los somos en realidad, pero no sé si eso cuenta como endemismo).
Pájaros confienzudos, iguanas impávidas ante la brava mar que parecier azotarlas contra las rocas.
Jóvenes avezados que se lanzan de casi 20 metros a las grietas de rocas endulzadas, mientras uno se toma una media horita para lograr escalar unos metros de roca resbalosa.
Creo que esos chicos llevan ventosas en los pies...
Y de lo más lindo, como siempre, debajo del manto acuático, donde se guardan otros mares, de peces.
Partir antes del amanecer para verlo sobre la mar y luego sumergirse hasta casi 20 metros y mirar, y sonreir en silencio con la boca deformada por la presión y los ojos bien abiertos.
No había tanta visibilidad, era un mundo más bien oscuro con repentinas líneas de colores apagados, de vez en cuando un fuerte amarillo o vibrante azul. Las morenas de puntos blancos y ojillos del averno. Las langostas multi-tentaculadas, siempre tanteando, escondiendo su armadura roja, anaranjada, azul, en cada resquicio.
Mirar arriba, a contraluz, dando vuelta el mundo, donde pasan enormes escuelas perseguidas por el omnisciente lobito de mar.
Tiburones vegetarianos. Pausadas tortugas que desaparecen en el azul, mostrando que de ahí todo viene, y ahí va.
Ser un alga asustada aferrándose a enclenques picorocos por miedo a entregarse a las fuertes corrientes de la mar.
Qué bello que es bucear!
Muy poquitos días estuvimos, y sólo en una de las 15 islas mayores. Pero agradecida estoy de haber navegado con esa tierra flotante aunque sea por unos días. De conocer a su gente encariñada con las islas, que las conoce y las cuida y vive ahí por opción propia.
Es bastane turístico todo, pero con amor.
Algún día volveré.
Por ahora me asiento en mi nuevo momentáneo hogar en Tucson, Arizona, entre los sahuaros y las cascabeles. Con mi familia querida. Riendo cada día con las frases de Martina:
"Mamá: Tú tienes hijos?"
Gracias a Fanny y a Lucho Jara por las fotos!
me encanta leerte... me haces reír y disfruto contigo... siegue así cabrita linda...se te extraña por aka...bsos
ReplyDeleteGracias Marrell! Yo también los recuerdo y me imagino que la próxima vez que los encuentre tendré que descorrer inmensas cortinas de gatos para verlos!
DeleteMe huele a que pronto comenzaran una institución de rescates por allá : )
Abrazos!